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Leandro Robaldi: Por siempre en los corazones de Empalme

Leandro Robaldi: Por siempre en los corazones de Empalme

Sonreía, siempre sonreía. Su cara era la expresión más genuina de la picardía. La misma con la que innumerables veces se burlaba de los arqueros cada vez que les convertía un gol. Sus amigos siempre dicen que era como la canción de Roberto Carlos y por eso él tenía un millón de amigos. Juntos vivimos jornadas inolvidables vistiendo ambos la camiseta del Club Provincial de Empalme Lobos.

Leandro “Gallina” Robaldi fue sin dudas, uno de esos futbolistas que me generó placer estético al verlo jugar y siempre recuerdo lo bien que trataba a la pelota, más allá de si la condición física le ponía interrogantes a su rendimiento. Leandro no iba a la cancha con la presión normal que siente un jugador de fútbol por querer rendir y ser parte del once inicial del equipo. Él iba a divertirse y cada cancha era un potrero más, un espacio donde sus genialidades le daban lugar a la fantasía.

Tenía mil maneras de definir y siempre un recurso a mano para hacerle pasar un mal momento a un defensor o a un arquero. Robaldi la pedía siempre y se fastidiaba si no se la daban. “Vos dámela a mí, dámela siempre que un gol voy a hacer.” Esa era su frase habitual y no fallaba. Si el “Galli” estaba inspirado te pintaba la cara. Te dejaba en ridículo con suma facilidad.

Quiso el destino, en su increíble ironía que un 4 de Abril de 2014, Leandro Robaldi perdiera la vida en un accidente de tránsito, justo el mismo día del aniversario de la fundación del Club Provincial de Empalme al que tantas alegrías le dio con su magia.

Pasaron un par de años pero su recuerdo vive por siempre en los corazones de Empalme. En los azules y en los albirrojos. Y es así, porque Leandro Robaldi tiene la singular capacidad de haber sido elogiado y admirado como futbolista tanto en Provincial como en Rivadavia, club donde se formó y dio también cátedra con su fútbol lleno de desparpajo y alegría.

He referido ya en mis redes sociales y me gusta recordarlo, que cuando yo tenía 14 años y jugaba mi primer partido en Primera División, en la Liga de Lobos en la defensa de Provincial, nunca me voy a olvidar el recibimiento que me dio Leandro Robaldi, que me hizo dos caños sensacionales en menos de cinco minutos vistiendo los colores del clásico rival.

Sin sobrarme, sin decirme nada, sólo disfrutando del ritual de la pelota, a la que “El Galli” trataba con enorme delicadeza y distinción.

Junto a Santiago Ayastuy, otro delantero formidable de aquel equipo campeón que dirigía Guillermo “Pelusa” Robaldi, el padre del crack, formaron una dupla temible.

Eran tremendos en la cancha y también en el vestuario, donde “Pelusa” no lograba terminar una charla técnica sin que estos dos desfachatados del fútbol y de la vida nos hicieran llenar de carcajadas.

Eran letales en la cancha y se entendían de memoria. Dos atorrantes, dos revoltosos, dos fuera de clase, que le robaban una sonrisa a nuestra hinchada y un aplauso hasta el más acérrimo rival. Santiago era el desparpajo y Leandro la caradurez. Uno era la gambeta y el otro la certera definición. Uno era pianista y el otro el director. Se divertían en la cancha y hacían lo que querían con sus rivales. Dos compinches del fútbol y de la vida.

Cómo olvidar esa final contra Sarmiento de Roque Pérez, donde el equipo de Pelusa, su papá y entrenador de aquel conjunto de proezas, dejó de ser un equipo de fútbol para transformarse en una leyenda, una gesta deportiva, donde se dio vuelta una final, con dos jugadores menos, mucho corazón y un fútbol de excelencia. En ese equipo de artistas, Leandro Robaldi, pintaba acuarelas de tono azul, que le daban belleza a las tardes empalmeñas.
Decía Borges en El Aleph, ese cuento maravilloso del genial escritor argentino, “que la mente es porosa para el olvido”, que hay rasgos que se olvidan con el paso del tiempo.

Muchos de los que lean esta semblanza quizás nunca lo vieron jugar, o lo vieron poco. Yo ví la mejor versión de Robaldi y estoy obligado a recordar que, aunque pasen los años, la memoria de este gran jugador esté siempre vigente.

En Rivadavia la rompió. En Provincial hizo lo que quiso con la pelota. Hasta Athletic llegó sobre el final para acompañar a sus amigos. En todos lados dejó su sello. Fue un crack. Un fuoriclasse como dirían los italianos.

Una imagen con su rostro siempre está presente en Provincial, que hoy cumple años como Club. Allí lo adoran y su nombre se escucha en una canción de la hinchada azul, especialmente en las grandes jornadas futbolísticas, que hoy tanto añoramos en esta triste realidad de pandemias y cuarentenas.

“Muchas gracias Gallina,

muchas gracias Gallina,
Vos nos diste los goles.
Vos nos diste alegrías.

Lo que hiciste por Provin,

No se olvida en la vida

Muchas gracias Gallina!