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Correr para sentir

Correr para sentir

Dicen que para hablar sobre algunos temas o cuestiones, primero hay que experimentarlo. Que si nunca jugaste al fútbol, es difícil imaginar lo que siente el jugador de fútbol cuando decide dentro de una cancha, por ejemplo. El sábado me di un gusto: corrí por primera vez una carrera de calle y entendí algunas cosas sobre el atletismo.

El primer pensamiento groso que se mi vino a la cabeza fue una confirmación de lo que yo creía, pero ahora con conocimiento de causa. ¡Cuánto te admiro, Luis Molina! Si a mi la cabeza me quiso boicotear por 8 kilómetros, no quiero imaginar cuán difícil es correr 42 km, en un Juego Olímpico, con una lesión a cuestas.

Fue una linda experiencia. El contexto ayudó a que sea inolvidable. Corrí con un amigo que me dio el fútbol, Gabriel Arévalo, y claramente eso fue un agregado. 8.000 atletas, runners, como quieran llamarle. 8.000 personas dispuestas a correr ocho mil metros un 31 de diciembre a las 8 de la mañana, con más de 25°.

Para los dos, fue algo nuevo. Él había corrido carreras de calle, pero no tan multitudinaria. Cuando llegamos, la tecnología nos atravesó como a todos. O a casi todos. Foto de acá, foto de allá. Selfie. Con el Obelisco de fondo. Se acercaba la hora del inicio y la 9 de Julio empezaba a colmarse. A medida que fueron pasando los minutos fuimos entendiendo qué carrera estábamos corriendo. Imaginen cuanta gente había: desde que salimos, tardamos alrededor de tres minutos para cruzar la línea de largada.

Nosotros no nos preocupamos por el tiempo, de hecho ni siquiera llevamos reloj. Sí nos preocupamos por disfrutar, pero no fue tan fácil. 43 minutos 20 segundos, tardamos en llegar (me gusta más el neto: 40′ 30″). Buen tiempo, me dijeron, por ser la primera vez, teniendo en cuenta que hacía mucho calor. El objetivo estaba cumplido, habíamos terminado la carrera y físicamente llegamos bien, no fundidos.

,ariano Cánchero

El Luna Park, el Centro Cultural Kirchner, la Casa Rosada. Puntos neurálgicos de la ciudad de Buenos Aires por los cuales pasamos corriendo. Al lado de chicos jóvenes, de gente que se dedica al atletismo, de hombres grandes. Todos con un objetivo distinto. Cuando íbamos por la mitad del trayecto, Luis Molina ya había ganado y había cerrado un 2016 fantástico a nivel personal y deportivo. ¿Qué diferencia, no?

Muchos pensamientos aparecen en una carrera de 8k, e imagino que a medida que la distancia es mayor, los pensamientos se van multiplicando. Es difícil correr en asfalto, no es lo mismo que correr en césped. Pero es costumbre. Me costó. No pensaba tanto en la llegada, sino en los puestos de hidratación. Había leído que estaban en el km 2, 4 y 6, y eso me servía de parámetro para saber cuánto faltaba. ¡Qué difícil es tomar agua corriendo!

Está bueno pasar gente. Y no está tan bueno que te pasen. Hace falta una estrategia para correr una carrera así. Por momentos había pequeñas bajadas y pequeñas subidas, había que ser inteligente en ciertos tramos. “Andá Gaby, dale que nos vemos en la llegada”, ese era yo. “Tranquilo que a este ritmo venimos bien”, ese era él.

Me gustó correr, pero más me gusta que la gente corra. Porque es salud, es superación, es ejemplificador. No hace falta ser hábil o talentoso. Para correr a este nivel, claro. Para competir con Luis hay que reunir muchas condiciones. Se puede, y se va a poder siempre. Lo muestra Eduardo Jamur, lo está empezando a mostrar Fernando Negro. Hay que correr. En realidad, hay que hacer deporte. Pero correr está de moda, y de las modas hay que tomar los puntos positivos.

No sé si largaré otra carrera, pero recomiendo vivir la experiencia a cualquiera que no lo haya hecho. Entramos en la recta final, vemos el arco de llegada, y el Obelisco de fondo. Siento una satisfacción. Me decían que sí, que iba a llegar, pero yo no estaba tan seguro. Se terminaba el mejor año de mi vida y de una manera diferente: corriendo una carrera de calle. “¿Aceleramos?”, me pregunta Gaby. “¿Para qué?”, le respondo yo. “No sé, porque éste final es el que te da fuerza y te hace sentir bien”, me contestó. Y así fue. Carrera finalizada, objetivo cumplido, experiencia nueva. Ahora puedo entender un poco (todavía me faltan muchos kilómetros para entender todo) la cabeza de los atletas.