Que nadie atente contra el fútbol
Estoy muy triste. Ni siquiera enojado. Triste. No puedo no hablar de lo que pasó. Ni yo ni los que trabajan para este medio, del cual soy responsable, corremos detrás del morbo. Por eso ayer me quedé mirando todo, sin sacar fotos ni filmar videos. Pero fui testigo. Lo vi en vivo. A nosotros nos gusta hablar de fútbol, de basquet, de tenis, de golf, de voley, y no de lo mal que le hacen algunos al deporte.
Lo de Deportivo Coreano en la cancha de Madreselva fue una vergüenza. Fue nefasto. Un bochorno. Actitudes dignas de barra-bravas, no de integrantes de un plantel de fútbol. Por momentos, tuve miedo. Porque fueron contra todo y contra todos. Primero atacaron al árbitro Ledesma (no fue su mejor partido y dos de las tres expulsiones fueron polémicas, pero nada justifica semejante reacción) y a la policía (¿dónde estaban cuando ingresó el jugador expulsado a increpar al árbitro? ¿Por qué fueron a defender a la gente de Los Naranjos cuando el lío ya había terminado?), después rompieron las instalaciones de Madreselva (¿qué tiene que ver el club que presta la cancha?), prepotearon y le agarraron los elementos a colegas que estaban trabajando, y para terminar, cuando todo ese papelón había finalizado, fueron por más: algunos cruzaron la cancha, otros fueron por el sector visitante, y treparon los alambrados para ir contra los hinchas de Los Naranjos.
Entiendo a la derrota como un suceso natural de un juego en el que, los que ganan, son la minoría. Porque campeón sale uno solo. Y si cada equipo que pierde va a reaccionar de la manera que lo hizo Deportivo Coreano, el fútbol se va a empezar a morir lentamente. Y la familia dejará de ir a la cancha. El abuelo ya no podrá compartir un partido de fútbol de su equipo del barrio con su nieto. Porque a estos tipos no les importó nada. Como en todo grupo, habrá habido algunos que trataron de evitar lo que pasó, pero el fútbol es un deporte de equipo y esos que gritaron, amenazaron, golpearon y dieron un malísimo ejemplo a los menores que había en la cancha, representan también a sus compañeros.
No sirve de nada dar nombres. Podría hacerlo, pero no es mi intención mandar en cana a nadie. Escribo ésto porque no me da lo mismo lo que pasó ayer. Como jugador, me genera vergüenza ajena. No soy un santo y he tenido errores, pero no me identifico en nada con ellos. Como periodista, sé que ésto me puede traer problemas futuros, no sólo a mi sino también a este medio, pero no me puedo callar. Porque amo al fútbol y todavía creo en él. Porque vi muchos ejemplos buenos en los últimos años y porque la Liga Lobense de Fútbol es lo más lindo que tenemos. Y el que no quiera jugar en este torneo, que se vaya. Nadie los obliga. La LLF creció muchísimo y no sólo en lo deportivo, sino también en lo humano.
Se jugaron muchos clásicos en el año y, aunque hubo alguna excepción que no vale la pena recordar, más allá de los resultados, el ganador siempre pudo festejar en paz. Como debe ser, en realidad. Algunos dirigentes cenan juntos. No hay rivalidad extra-deportiva. No significa que sean amigos, pero tienen buena relación y aceptan las leyes del juego. Sí, se pelean, defienden los intereses de sus clubes, pero no se pasan de la raya. Coreano lo hizo.
Hoy juega Madreselva contra Athletic. Yo quiero ver fútbol. Quiero disfrutar de los amagues y los arranques de Brito, de la pegada de Lucas Accotardo, de la picardía y la calidad de Francisco Calvo, de las pinceladas de Facundo Onzari. Y cuando termine el partido, quiero ver algunos afiches de cargadas en las redes sociales, sin falta de respeto a nadie. Porque el folcklore del fútbol es eso. O al menos, así lo entiendo yo.
No quiero volver a ver nunca más en esta Liga lo que pasó ayer. No quiero sentirme más así. Porque me interesa el fútbol y lo amo. Aún cuando pierdo. Y casi siempre he perdido. Todavía creo en el fútbol como transmisor de valores. A mi me enseñó mucho, y me va a seguir enseñando. A otros, parece que no. Que no pase nunca más.