Dinámicas de un DT impensado
No recuerda la primera vez que tocó una pelota, pero sí que siempre pateó y corrió hasta que no hubo más cancha. Mide uno ochenta, pesa casi noventa kilos y le sobra picardía. Cuando anda serio es Jonathan. Cuando se ríe parece otro y es el Topo. De familia cuerva con tíos futboleros, antes de aprender a andar en bici vivía amontonando rivales en el pasto de la cancha de Defensores. “Ya de guacho me gustaba el fulbito”, cuenta y se ríe con una carcajada corta. “De grande entendí mejor de qué se trata aprender a jugar: ser solidarios, responsables y tocar la pelota”.
Es una tarde de jueves caluroso en la cancha de Defensores. Sentado bajo los árboles detrás del arco que da a la ruta 205, Jonathan Castellanos (25) se acomoda el pelo y habla sin cassette. Dice: “En Defensores todos saben que del portón para adentro, soy un obsesivo y que del portón para afuera, el mismo descocado de siempre”.
Antes de los diez años comenzó a viajar todas las semanas a entrenar a su querido San Lorenzo de Almagro con su mamá Jimena o con su abuelo Jorge el Loco. Vivir lejos, viajar y extrañar le dio eso de arreglárselas con poco y nada. En 2013, quizá desalentado pero sin perder la esperanza, volvió al pago. El recorrido le trajo alegrías y también los sufrimientos que acarrean las distancias. Y se llenó de la experiencia de jugar, ver jugar y observar cómo se juega. Desde atrás de la raya como DT, cultiva un presente de pasión, empeño y lo que él llama “aprender que el fútbol es un proceso, sin resultados rápidos”. Salvo excepciones. “A medida que pasaban las fechas, vimos que haciendo las cosas bien podíamos pelear arriba y salir campeones”.
El Topo juega y vive como juega. Los sábados —cumbia, tragos, amigos— es un rayo de pasión eléctrica y los domingos —sobrio, responsable, serio— espera que lleguen los resultados del trabajo a destajo. Su inicio fue en la Escuelita de Defensores. Pasó por la octava de Los Naranjos. Hizo la séptima en Provincial y en Madreselva fue campeón con apenas once años. San Lorenzo lo alojó hasta 2013 y al año siguiente fichó para Defensores. “Acá estoy como en casa y por más que me vaya, siempre voy a volver”. En 2015 jugó una temporada en Racing de Olavarría y también se calzó la rojinegra de Atlethic y finalizó el año nuevamente en Olavarría. Tuvo un paso fugaz por Cañuelas Fútbol Club y, en 2016, volvió al club que lo vio dar los primeros pasos y al año siguiente, jugó para Pedernales. En 2018, regresó al Verde. “Acá es donde se me mueve lindo el corazón”.
Hace apenas dos meses, Jonathan cumplió el sueño del Salvador María más futbolero. En menos de un año la Primera salió campeona por primera vez en ocho décadas. La historia del club es también la historia de la familia Castellanos: muchos parientes del Topo jugaron y también dirigieron las distintas categorías, pero salvo en Tercera División, jamás acariciaron un campeonato.
El recuerdo gris de los del Verde quedó impregnado en la final perdida frente al extinto Deportivo Coreano, en 2005. Los años pasaron y recién en 2019 se hizo protagonista del Torneo B de la Liga. “Creo que dentro de diez años vamos a saber apreciar lo que se logró”, afirma el Topo y se pregunta: “¿Se darán un idea de eso los que no creían en que lo podíamos conseguir?”.
Hoy sus planes no terminan en los laureles y para el veinte-veinte desea volver con la diez en la espalda. “Me pasaba en casi todos los partidos de querer entrar yo a jugar, me resultaba insoportable desde el banco”. Sobre el campeonato obtenido en casa, asegura que “es especial porque es el primero y hasta parece injusto para los que se esforzaron en el pasado, pero nos tocó y eso me enorgullece”.
Para él y todo su cuerpo técnico, hacer las cosas bien comenzó con una decisión de la Comisión Directiva: apostar a jugadores del club, mantener rutinas de entrenamientos semanales como nunca antes y hacer que los chicos —entre 17 y 22 años— sientan amor y responsabilidad por los colores. A eso, sumaron los materiales necesarios —arcos chicos, escaleras, vallas, remeras de entrenamiento— y un profe los martes. Los jueves quedaron como días de entrenamientos con pelota y los viernes fútbol. Todo lo aprendió como jugador en las Inferiores de San Lorenzo y hoy asegura que eso “suma porque levanta la estima de cada jugador: tener tu propia camiseta, ensayar con 15 pelotas, ver el escudo del club a cada rato”. Hace una pausa, se toca el pecho y tira en modo Jonathan: “A eso lo llamo ser profesionales dentro del mundo amateur”.
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Jonathan y el Topo
—¿Te cuesta que los demás dejen de ver al Topo jodón y divertido?
—Un poco, al principio, pero como mi laburo se plasma los domingos, se dan cuenta solos.
—¿Hay dos Jonathan, entonces?
—Sí, pero el que piensa que porque los fines de semana disfruto de salir y divertirme voy a ser igual que cuando hago mi trabajo, le erra de acá hasta la China.
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Pasaron cosas
El proceso que finalizó con la obtención del campeonato para Defensores se inició en 2016. Jonathan aplaude con palabras y destaca que “teníamos un gran equipo, pero con cinco jugadores de afuera y eso a la larga desgasta la caja del club y sobre todo a los jugadores que entrenan cada semana”. Para 2017, la Comisión Directiva dio un giro rotundo y específico. “Se pensó en darle prioridad a los jugadores de acá”.
¿Cuál fue el plan?
Como siempre se debió hacer: al menos dos entrenamientos semanales y promoviendo los chicos de la Cuarta y la Quinta división. En aquel momento debutaron varios pibes y los resultados, de a poco, se fueron dando. Este año sólo un jugador recibió los viáticos, después completamos un plantel con todos chicos que salieron del Verde.
El 2018 se tornó complicado para Defensores. A mitad de año falleció el deté de la Primera, Tuchi Onetto. En el cargo quedó su sobrino, Federico. Hoy, el Topo explica que ese punto de quiebre fue letal en varios aspectos. El primero: la decisión de no parar y seguir cabeza arriba. El segundo: desarrollar un trabajo serio y con reglas estrictas. “Costó que los jugadores lo entiendan”, recuerda, “pero hubo que hacerlo”.
¿Cuáles fueron esas “reglas estrictas”?
Simples y claras. Acá nunca se cumplían: los que faltaran a los entrenamientos se los mandaba al banco por más que sean pilares del equipo. Si salían de joda los sábados y no rendían, al otro partido, banco. Creo que eso allanó el camino porque este año ya todos sabían qué pasaba si hacían lo mismo de siempre. Esa cuestión hizo entender que si no le poníamos seriedad no íbamos a llegar a ningún lado.
Y en el 2019 cosecharon todo lo planificado…
Sí y por eso, establecimos entrenamientos martes, jueves y viernes y hasta a veces los sábados. Por suerte se entendió el mensaje y a mí no me costó tanto en el sentido de que ya no teníamos que ser tan severos y explicar todo de nuevo. Eso, creo, fue uno de los puntos clave. Acá jamás se planificó tanto y el uso de jugadores pagos, aunque más no sea con viáticos, hacía que los chicos de acá se desganaran a mitad de campeonato.
Cuando lo tratan de obsesivo, el Topo se defiende: las cosas se logran con trabajo y más trabajo. “En la semana puteaban al profe y a mí, pero el domingo nos puteaban los rivales”. El camino recorrido le enseñó a esperar y hoy lo aplica dentro del campo. Lo aprendió de un preparador físico que tuvo en Cañuelas. Jonathan cuenta que “jugador contento es mejor que jugador entrenado y con esas dos claves la cuenta da un jugador letal”. El derrotero completo del equipo de Castellanos, finalizó con 22 partidos jugados, 9 ganados, 7 perdidos y 6 empates. “Nunca nos hicieron más de tres goles, ni perdimos por más de dos”, clarifica. “Ahí tienen los que me dicen que como entrenador soy un obsesivo”.
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Castellanos para todos
A mediados de julio la familia Castellanos recibió una noticia demoledora. A los 65 años, se fue Jorge, el Loco, ex entrenador de Primera y Tercera división. Conocido y querido por todo Salvador María, su despedida contó con centenares de ex jugadores que fueron entrenados por él: desde los más veteranos, hasta los que hoy pisan los treinta. ‘Se fue un buen tipo’. ‘Nunca estaba de mal humor’. ‘Hasta en las derrotas se cagaba de risa’. ‘Nos puteaba sin ofender’. ‘Repetía: ¡Basta, hablen callados!’.
¿Cómo reflexionás hoy la tristeza de la partida y la obtención del campeonato?
La noticia fue un baldazo de agua fría porque se dio a mitad de campeonato. Estoy seguro que nos dio una mano desde arriba. Fue para mí una de recuerdos importantes: la historia de mi familia en el club y concretar un campeonato y que me toque como DT, no tiene precio. Pero esto no termina acá y en 2020 quiero jugar, salir a la cancha de nuevo. Ojo, sin dar indicaciones ni meterme en los planteos tácticos que haga el nuevo entrenador.
De aquella tristeza quedó la herencia sanguínea. El Topo junto a Luciano, Bolita (ex volante de la Primera del Verde) continuaron con las tareas pese al mal trago. Hoy, el Topo viaja al recuerdo y sin decir, agradece y se alegra. “Estoy seguro que desde arriba el viejo nos dio una mano en la final”. Tira media sonrisa en modo Topo. “Siempre nos decía, jodiendo, que éramos unos perros que no le íbamos a ganar a nadie y le erró”. Con carcajada cortada, tira. “Lo vio campeón y encima aquel domingo no pagó entrada”.
¿Qué recordás de la tarde del campeonato cuando terminó el partido?
Lo primero que hicimos con Bolita fue abrazarnos y llorar sin parar. Si bien no lo conté nunca, tengo que destacar que él no dudó ni tres segundos en decirme que íbamos a mejorar todo para poner a Defensores arriba cuando le ofrecí que me acompañe.
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Fútbol, futuros y fines
Jonathan tiene muchas ideas en mente, pero la que más desliza al hablar de fútbol es más propia de alguien con más años que él. “En inferiores los resultados no tienen que existir”, asegura y se pregunta y le pregunta a los demás entrenadores: “¿En la semana salen jugando de abajo y el sábado van todas las pelotas al 9 para llenar de goles al rival? ¿Para qué?”.
Como delegado de Defensores en la Liga, su plan es proponer que en las categorías de menores no se juegue por puntos. La idea, a priori, parece ir en contra de la competencia, pero apunta a que la práctica signifique para los chicos “aprender a jugar al fútbol”, más allá de los resultados. El Topo ejemplifica. “Esta semana entrené salida de abajo y quiero que el día del partido lo hagan y si no sale, no importa: es el tiempo el que hace que se entiendan mejor en la cancha”.
¿Crees que se puede concientizar sobre el tema?
No sé, la veo difícil, pero no me importa. Es un camino que se puede empezar a recorrer: desde los técnicos y los clubes y las familias, eso es re importante. Pregunto: ¿Importa levantar copas si ese mismo jugador, con edad de Primera no sabe tirar un centro o jugar sin pelota, sin saber recorrer el campo?
¿Considerás que el plan puede tener acompañamientos de otros DT’s y la Liga?
Hay varios DT’s como Ezequiel Dupraz o Guillermo Marro que tienen una mirada similar, donde lo importante es la educación del jugador y no sólo los resultados: a partir de Quinta y Cuarta sí es necesaria la competencia, pero se trata de jugadores más grandes y que entienden de qué se trata. Los nenes que los sábados pierden por más de diez goles salen llorando y sufren. En cambio, si se prioriza el juego por sobre el resultado, el entendimiento va a ser más efectivo. El mundo de los mayores debe ser competitivo, pero los chiquitos no tienen que sufrir si la pelota no entró en el arco, sino saber que depende del trabajo y el tiempo. Si los mayores entendemos, todos, que es más importante saber jugar más allá de ganar por muchos goles la cuestión va a evolucionar.
¿Se puede lograr?
Firmo ahora.