Memorias futboleras del Zurdo Rocha
El Zurdo ya peina 84. No se acuerda si se casó a los veinte o a los veintidós o en qué año nació su segunda hija Fabiana, pero tiene en la memoria partidos completos, jugadas perfectas, equipos que enumera de pé a pá. Charla y esos puñados de fotos neuronales se ven. Aquellas memorias tienen fútbol, viejos amigos, viejos rivales, clubes, pueblos e historias de acá nomás. En el living de su casa, de fondo, un televisor muteado muestra un programa deportivo. Trae su mate, arrima unas facturas y empieza a contar desde el principio.
“Yo nací en Navarro, en una familia pobre. Tuve un hermano que murió jovencito y unos padres buena gente. Mi papá era albañil y mi vieja ama de casa. En frente de mi casa había una canchita en un baldío inmenso y ahí empecé a jugar a la pelota. Me acuerdo que en el baldío, en un rincón pelado, había una planta de talas. Ahí nos escondíamos cuando nos hacíamos la rabona”.
Oscar Rocha, conocido en Empalme, en Lobos y en Navarro como el Zurdo, nació el 12 de enero de 1937. A los 9 años ya tenía el sueño de ser jugador de fútbol y en el potrero todos lo elegían primero a la hora del pan y queso. Desde aquellos días, para la barra de amigos y el resto de los navarrenses, fue el Zurdo a secas. Debutó en la Primera del Deportivo Del Sud a los 14 y se convirtió en un especialista del desborde por izquierda con gran pegada para tirar centros al área.
En 1955, un vecino de apellido Luján, amigo de la familia Rocha, le vio pasta y lo convenció para ir a probarse a Boca Juniors. El Zurdo tenía 18. Fue una de sus primeras salidas fuera de Navarro, así que se emperifolló de lo mejor y consiguió un traje a medida y un par de zapatos impecables. En las calles se corrió la bola y los vecinos lo felicitaban. En el Deportivo Del Sud todos deseaban ver a uno de los suyos con la casaca Xeneize.
“Yo venía de una familia muy pobre, con pocas oportunidades en aquel tiempo. Yo no tenía la documentación, el DNI. Llevé lo que tenía que era el certificado de nacimiento. El preparador de las inferiores de Boca que me vio cuando yo estaba practicando, me dijo: ‘vos tenés condiciones, nene’. Me acuerdo que los otros compañeros me vieron llegar todo trajeado y se reían: ‘¿de dónde venís vos?’, me preguntaban. Allá me prestaron un par de botines y en la prueba me fue bien. Al otro día le expliqué al hombre de Boca que sólo tenía la partida de nacimiento. El tipo me comentó que eso no servía y me avisó que mande a buscar el DNI, que me apure con el documento porque la inscripción se cerraba al otro día. Y no fui más. Era otra época, el fútbol salvaba a los menos. Me volví contento igual: en los pasillos de la Bombonera tuve la oportunidad de conocer a un jovencito Silvio Marzolini y al arquero Héctor Ricardo. Los crucé en un vestuario y, pese a que soy hincha de River, me quedé impresionado, porque yo apenas si los conocía de haber escuchado los apellidos en la radio”.
El Zurdo junto a compañeros de equipo
El Zurdo pegó la vuelta, siguió jugando para Del Sud en la Liga de Navarro y al poco tiempo se probó en el Club Talleres de Remedios de Escalada. “Me querían para la Primera”, cuenta. “Era otro nivel, yo no sabía nada de ese mundo y quedé sorprendido la primera vez que me hicieron masajes en una camilla”. El Zurdo pensó, pensó y pensó. A diferencia de Boca, en Talleres lo aceptaban. Un tío vivía cerca del estadio y tenía un taller de chapa y pintura. Le dijo “Oscar, quedate acá”, pero en el club sólo le ofrecían el viático. “Entonces dije que no”.
No te vayas, campeón
Otros tiempos, otra historia. El Zurdo pasó un año en Mercedes haciendo el servicio militar. A la vuelta, continuó su derrotero en Del Sud y le llegó la propuesta de Manuel De Cabo, vecino de Empalme, para jugar en el Club Provincial. “De Cabo me había visto jugar en la liga de Navarro y me trajo para acá, justo después de la colimba. Yo le avisé que me encantaba la idea, pero que tenía que conseguir un laburo”, rememora el Zurdo. “Así que como el tipo era encargado en la fábrica Electromac me aseguró que tenía un contacto para hacerme entrar y arranqué. Por aquel entonces había más de cien obreros”.
Tercer día de trabajo en Electromac. “Me pasó un caso especial. Al tercer día de trabajo me dormí y me desperté como a las 9 de la mañana. Me había juntado en la cantina del Rivadavia con unos vagos que habían entrado de vacaciones y se me hizo tarde. Pero con vergüenza fui igual y me imaginé que me iban a echar, pero no, me suspendieron. Tuve suerte. Me fui enseguida para Navarro y De Cabo me mandó a llamar. Así que volví para quedarme y fue para siempre”.
“Toda la juventud de Navarro jugaba al fútbol y en aquella Liga había equipos de la región, como el de Las Marianas”, recuerda el Zurdo. “Ganamos la final por 1 a 0 a Rivadavia de Navarro”, dice orgulloso. Por tratarse de dos ligas diferentes, el Zurdo comenzó en la Primera de Provincial y disputó su último partido en Del Sud. Su relato resulta digno de una transmisión radial que podría haber sonado así:
«Corren cuarenta minutos del segundo tiempo y el marcador entre Del Sud y Rivadavia continúa empatado en cero. Tiro largo desde el arco de Del Sud. La toma Oscar Rocha que encara pegado a la línea: se frena, la protege y encara una vez más hacia la esquina perseguido por Páez. Se desprende de su marcador el Zurdo, la lleva pegada y vistea para el área, busca la cabeza del 9 Lamadrid. Tira el centrooo, se eleva el Galgoooo y gol, gooool de Deportivo Del Sud. Qué comba tomó esa pelota lanzada desde el rincón por el Zurdo Rocha directo a la cabeza del Galgo Lamadrid. Sana costumbre la de Rocha: corrida hasta el fondo y arrimes fantásticos hasta el punto penal. El Galgo sabía que esa pelota le iba a llegar y le llegó. Del Sud quiebra el score y el partido agoniza y la mitad de Navarro festeja, está feliz: hoy se vuelven todos contentos con el campeonato versión 1960 entre las manos».
De aquellos centros al Galgo Lamadrid directo a Empalme Lobos. “El primer club de acá en el que jugué fue en el Provincial, fueron casi dos años. También vinieron conmigo otros compañeros de Navarro. Hicimos un campañón y nos afanaron un campeonato contra Deportivo Cañuelas, allá. Acá jugaba con los Perrota, los Quiroga que habían jugado un tiempito en Racing. Yo traje para delantera a un pibe jovencito al que le decíamos el Galgo Lamadrid: nadie lo podía agarrar y yo le tiraba centros desde la izquierda que siempre eran medio gol”.
Últimos cartuchos
En Electromac y con poco más de veinte recién cumplidos el Zurdo conoció a Susana, quien tiempo más tarde sería su esposa. Su paso por el fútbol en la Liga Lobense continuó en la Primera de Rivadavia. “Estuve algunos años en el club, ya me había estacionado definitivamente acá”, enumera el Zurdo. “Me casé con Susana y con el tiempo llegaron mis tres hijas —Daniela, Fabiana y Maina—, pero no paré nunca de relacionarme con el fútbol”.
DT de Baby en Rivadavia.
El Zurdo fue feliz cada domingo después de los partidos. “No me interesaba volver cansado ni con las rodillas embarradas a mi casa. A veces me volvía caminando por el costado de la vía desde el Parque Municipal hasta Empalme que son como cinco kilómetros, y en esos tramos pensaba en las jugadas erradas o qué hubiera pasado si entraba tal o cual pelota. Yo era feliz con eso, el humor no me cambiaba con los malos resultados. Había corrido, había tirado centros, armado jugadas de gol. Qué más quería yo: jugar al fútbol. Me retiré con poco más de 30 en el Rivadavia”.
Gran DT. Equipo de Inferiores de Rivadavia.
El Zurdo colgó los botines, pero no dejó las canchas. “Después agarré las Inferiores de Rivadavia de donde salieron buenos jugadores, como el recordado Leandro Robaldi, hijo de ‘Pelusa’, de grande más vinculado con el Provincial. También Carlitos Vázquez, Merlotti un chico excelente, arquero como su padre. A mí me gustaba eso de enseñarles a los más chicos todo lo que yo había aprendido y de paso seguía vinculado. A mí el fútbol me dio muchas alegrías, amistades, gente que hasta hoy me cruza por acá y me dice ‘Zurdo cómo le pegabas a la pelota, eh’. Por eso digo que sin el fútbol no sé qué hubiera sido, capaz que solo un obrero de Electromac. Nunca cobré un mango ni como jugador ni como técnico. Tuvimos la suerte de sacarlos campeones a los chicos y eso no me lo paga nada más, lo tengo como un tesoro propio”.
“Un ídolo”. Rocha y Roberto Perfumo (años 80).
Últimos cartuchos para el Zurdo. Una tardecita de sábado llegó hasta la cantina del Rivadavia Jorge Castellanos, veterano jugador de Atlhetic (LAC) y organizador del fútbol de acá, quien preguntó por Rocha. “Yo ya no jugaba más y eso me llamó la atención”, comenta el Zurdo y mira para arriba como revolviendo la memoria. Castellanos le contó que tenían la idea de traer al famoso Equipo de las Estrellas que por aquel tiempo —mediados de los 70— estaba formado por varios jugadores de Primera a punto del retiro o sin contrato y que tenían como plan recorrer los distintos pueblos de Argentina organizando partidos con los seleccionados de veteranos de cada lugar. Allí estaban varias figuras del fútbol nacional que llevaban una casaca toda blanca con una estrella negra en el medio del pecho. Castellanos se acercó al Zurdo y lo convidó. “Nos falta un 11, venite que vas a jugar para nosotros”. El cotejo local fue armado con mayoría de jugadores del LAC y, entre ellos, el wing izquierdo Rocha.
Junto a jugadores de River, años 80.
“La verdad la verdad, me acuerdo muy poco de aquel partido, pero no se me borra haber compartido un amistoso con tan grandes jugadores. Estaban algunos que dios me libre: Silvio Marzolini, Carmelo ‘Cholo’ Simeone, vino el periodista del Gráfico Borocotó que acompañaba al equipo y también Ermindo y Daniel Onega. Algunas pateé al arco y tiré varios centros, pero eran superiores los tipos y creo que perdimos como 7 a 0. Simeone, me acuerdo, me la hacía pasar por arriba de la cabeza. Lo mejor es que después del partido compartimos un asado con todas esas figuras y jugamos a la baraja. Fue lindo para mí y para todos los veteranos de aquella época”.
Junto a su nieto Nacho Babino (ex arquero de EFIL) en un reconocimiento del Club Rivadavia en 2007.
Una pelota de recuerdos
Las imágenes memoriales del Zurdo tienen infinidad de nombres, apellidos y sobrenombres de personajes que fueron grandes jugadores de la región y también algunas apostillas que hoy atesora en fotos que guarda en una caja de cartón.
“Lamento que no haya mucho registro de mis épocas y ya quedamos pocos soldados de aquellos años. A mis 84 hay cosas que me cuesta recordar, pero puedo decir que me da orgullo haber jugado por amor a la camiseta. El fútbol y el entorno me permitieron de grande conocer a muchos jugadores de la Primera cuando han venido a cenas organizadas acá: el Cabezón Ruggeri, Moreno, el Mariscal Roberto Perfumo, estuvo en casa una vez Castrilli que vino a dirigir y dar una clínica. Estuve en la despedida del Enzo Francescoli en el Monumental y llevé a mis nietos Juan Pablo y Nacho. Vi en cancha de Vélez a Maradona en la época que de borrego hacía jueguitos en los entretiempos. Son una pelota de recuerdos. Jugué una vez un partido en la cancha auxiliar de River con veteranos del Millonario, organizado por Carlos Tunstall. Fue una experiencia inolvidable. Otra anécdota que tengo y que me puso nostálgico fue en 2010: me hicieron un reconocimiento por los 50 años del campeonato que gané con Deportivo Del Sud de Navarro en el ‘60. Fui con toda mi familia, me dieron un diploma y una camiseta con el 11 en la espalda. En Rivadavia también me entregaron, en 2007, una plaqueta por colaborar siempre en el club”.
Abuelo y DT de Juan Pablo Babino (años 90).
Zurdo autodefinido
Asoma el atardecer en el corazón de Empalme Lobos. El Zurdo sale hasta la vereda y en la calle los autos pasan rápido. Faltan apenas unos minutos para el horario tope por las restricciones sanitarias. Tiene 84, camina medio chueco, pero tiene vitalidad. Enciende un Marlboro, se apoya en el portillo del frente y saluda a un vecino que como él mira la gente pasar. Empieza a despedirse.
“Yo siempre jugué de 11, era bastante ligero y lo mío era desbordar y tirar centros. Cuando me pregunta alguno que no me vio, le digo que yo jugaba, a ver, salvando las distancias, como el flaco Di María. El otro día me estaba mirando las piernas y observé que la zurda tiene otra musculatura, es más robusta que la derecha que siempre digo que la usaba para apoyarme nomás. Con el tiempo y con tanto fútbol visto, amateur, de once, baby y en potreros con amigos, los Mundiales por la televisión, veo que ha cambiado mucho el asunto. Hoy los jugadores, sean de donde sean, si tienen la suerte de jugar en Primera se salvan. Este deporte también tiene lo suyo: de bueno, porque ayuda a que los pibes estén ocupados y armando su camino y lo malo, que es que si un muchacho se rompe joven, después de estar desde los 10 con una pelota, puede que no sirva para otra cosa y no pueda encontrar laburo. Pero bueno, yo siempre digo: es lindo el fútbol ¿no?”.