Juan Badaloni: “El fútbol es sacrificio, frustración y volver a levantarse”
Se formó en River y Racing. Es uno de los jugadores más experimentados de la Liga. Hoy es parte de EFIL como jugador y ayudante en la Cuarta división. Sueños, reflexiones y presente de un “enfermo” del fútbol.
En junio de 1990, con cinco años, Juan Badaloni comenzó sus primeros pasos en la lectura. Sus padres le recuerdan hoy que durante el Mundial de Italia su juego favorito tenía tres puntos centrales: mirar todos los partidos de Argentina con Diego a la cabeza, descubrir las banderas de cada una de las selecciones y escalar la biblioteca hogareña para dar con un atlas de tapa naranja y descubrir la Historia de los países. Cada intento por develar letras, espacios y puntos le enseñó —sobre todo— a desarrollar la curiosidad. Se hizo lector en los actos de primer grado y un pequeño observador del periodismo gráfico, el fútbol y la literatura. Sus pasos hasta hoy en el fútbol dan cuenta de lo que escribió Juan Sasturain —uno de sus favoritos— en Wing de metegol: “La experiencia futbolera tiene —para el que puede o quiere— con qué alimentar la aventura personal de inventarse un sentido”. El sentido en Juan contiene una marca identitaria: el fútbol y la comunicación. Así se rearma su historia.
¿Recordás cuándo comenzaste a interesarte en el fútbol?
De chico yo ya era un enfermo que a los diez sabía quién era el 3 suplente en el Milan. Antes de un cambio sabía quién iba a entrar, a ese nivel, sin los medios que hoy tenemos para ver ligas de otros países. Aún conservo en la casa de mis viejos el archivo de diarios Olé. Para mí era una pasión, pero siempre fui consciente de lo que implicaba el camino de un futbolista.
Hoy Juan descansa de trenes, combis y colectivos. A comienzos de 2021, junto a Sabrina y sus dos hijos, mudaron sus vidas a Lobos. El regreso no fue forzado, sino planificado: el contexto de la pandemia y la posibilidad de trabajar de manera remota, le permitieron volver a su ciudad natal. Es acá donde empezó su historia, porque todo lo que cambia las horas de sus días tiene claras dosis de fútbol y comunicación. Es parte del plantel de la Primera División de EFIL, profesor de talleres y productor de radio, ayudante de campo de la Cuarta del club dirigida por Gonzalo Aguilar y conductor del podcast futbolero La Pavada Radio. Ahora sólo viaja una vez por semana a Capital Federal donde se desempeña como generador de contenidos en la Secretaría de Comunicación de la Ciudad. El resto de sus horas las completa con vida familiar, planificaciones de clases online y partidos de fútbol. Juan define: “Miro la vida desde el fútbol: conozco a alguien y de movida le pregunto, ‘¿vos qué categoría sos?’”.
¿Qué hace un 5 si no es leer a los rivales, correr y adelantarse a las circunstancias? Ese don no se practica, se lleva desde los inicios. Juan comenzó a jugar en la Inferiores de EFIL con cinco años, entrenado por el “gran formador” Manolo Báez (padre de Guillermo, lobense que jugó en Boca, Platense, El Porvenir y Deportivo Merlo). Esa fue su escuela y acá se convirtió en un 5 clásico. Se autodefine como un jugador “posicional, de corte y pase, físicamente fuerte”. Su despegue en la mitad de la cancha también incluyó a otros DTs, como Jorge Villalba y Alcides Alves Marques. En las categorías menores de EFIL jugaba de 5 tapón. “Acá me hice líder, pero por acción y no por hablar”. Esa personalidad, los entrenamientos fuertes y el deseo, le dieron el plus en su momento bisagra. A fines de 1998, Juan y una tropa de 30 jugadores locales de EFIL y Athletic disputaron un amistoso en Ciudad Universitaria frente a un combinado de River Plate. Juan se tuvo fe, jugó y lo volvieron a llamar.
De aquel partido de prueba, quedaron Martín Del Buono, Luciano Chittadini y Juan. “A los tres nos dijeron que sigamos yendo, nos querían observar”, recuerda. Allí, tuvieron la bienvenida del formador Galdino Luraschi y el coordinador brasilero Delém. Juan cuenta que Delém fue descubridor de jugadores como Ortega, Crespo, Almeyda, Aimar, Solari, Mascherano y Cavenaghi. “Él venía de la escuela brasilera de fútbol y buscaba perfiles de jugadores de buen pie y miraba a los de porte chico”. Tras varios viernes de pruebas, citaron a Juan y a su papá, Jorge, en la confitería del Monumental. Entre nervios, ansiedad y expectativas, Juan escuchó la palabra de los coordinadores: “Te vamos a fichar”. Se presentó, entonces, para iniciar la pretemporada 99. “Anduve bien y en el tercer partido quedé de titular”.
Comenzó a viajar de lunes a viernes en combis y colectivos y los sábados de partido lo llevaba su papá. El raid diario Lobos-Capital-Lobos lo desgastó —“vivía en la ruta”— y cuando quedó en la Octava división pidió un lugar en la pensión de River. En febrero del 99, comenzó a vivir a 100 kilómetros de su casa. Allí, conoció a jugadores de quienes se hizo amigo, entre ellos, Nico Domingo, Federico Almerares, René Lima y Pitu Abelairas. Del último, con quien mantiene una comunicación fluida hasta el presente, Juan asegura que “era mi compañero de pensión e ídolo como jugador, el Pitu la rompía”.
No le resultó fácil la adaptación en River. Juan extrañaba y llamaba llorando por teléfono a su casa. “Tenía un Movicom de esos que se prendían una vez al día”, recuerda, “extrañaba un montón: para nadie es fácil con 16 años estar lejos de la familia y los amigos”. Tiempo más tarde, en Séptima perdió el puesto y en Sexta quedó libre. “Fue toda una frustración”, asegura, “pero seguí”. Dejó la pensión en River, se mudó a un departamento con su hermana mayor y tuvo la posibilidad de probarse en Racing, en 2002. “El coordinador —Cacho Malbernat— me avisó que en mi puesto tenía al Chaco Torres que era el capitán del equipo, por lo cual sería difícil mi titularidad, pero me presentó dos posibilidades: que vaya a probarme a Lanús, en donde él había sido coordinador, o que me presente a otro partido amistoso frente a Estudiantes. Me prometió que si andaba bien, definiría”. Juan viajó a La Plata, cumplió y quedó fichado en Racing.
¿Qué recuerdos te vienen hoy de aquel camino recorrido?
Que es un camino difícil. El ambiente te da una prensión linda, pero hoy pienso en que no sé si elegiría tal nivel de exigencia para mi hijo, tendría que verlo muy convencido. El ambiente de la competencia dentro del fútbol es exigente: guita de por medio, representantes y un sinfín de intereses, lo que resulta muy jodido para alguien a tan temprana edad, aunque hay clubes con buenos formadores, técnicos serios y psicólogos.
¿En River tuviste la contención necesaria para un jugador de Inferiores?
En ese sentido, River era Disney. Desayunaba en la confitería del club con los socios, los jugadores, iba a la escuela River. Un mundo lindo: un club con mucha vida social. Era un sacrificio, pero también contaba con muchas comodidades. Cuando fui a Racing, a diferencia de ahora que está mejor, era otro mundo. El club venía de la quiebra, el predio de entrenamiento Tita Mattiussi estaba armándose. Ahí entendí mejor que el fútbol es sacrificio, frustraciones y volver a levantarse.
Juan y la Academia
En 2002, la Academia venía de coronarse campeón después de 35 años, flotaba alegría en las gradas del Juan Domingo Perón, pero el club continuaba gerenciado por Albiceleste y los paisajes no brillaban como en los pasillos del Monumental. Su rutina viajera diaria comenzaba temprano. Tomaba el 10 en Palermo hasta Avellaneda. “Arranqué el primer partido al banco, sin expectativas, en Colón de Santa Fe y entré en el segundo tiempo. Al segundo partido, me pusieron de titular”. Ese año salieron campeones en Sexta. Juan comenzó a dormir un poco más tranquilo.
¿De qué modo afrontaste los momentos duros a la distancia?
Yo tuve la suerte de estar acompañado por mis viejos y toda mi familia y por Sabrina. Tuve esas posibilidades, pero algunos de mis compañeros, en cambio, venían del interior y viajaban una vez al año a su casa, eso era realmente triste. No había como ahora toda la posibilidad de las comunicaciones y llegaban con problemas familiares de temas jodidos como la alimentación.
Juan jugó en las divisiones Inferiores de Racing como doble 5 junto al Chaco Torres que de inmediato fue subido a la Primera tras ser observado por el DT de la Academia, Osvaldo Ardiles. Juan perdió el puesto y a fin de año quedó libre nuevamente. “Eso me dolió mucho: es difícil el camino y era pibe y no tenía herramientas para trabajar el lado emocional”, remarca. Juan vuelve a aquellos años y desliza una palabra: esfuerzo. Terminó la Secundaria en una nocturna de Almagro, donde conoció a Sabrina. Probó suerte en Chacarita, pero no tuvo lugar. El DT Enrique Borrelli, “un bielsista a todo trapo”, buscaba un volante zurdo y no quedó.
¿Te arrepentís o reprochás haber apostado todo por el fútbol?
Para nada, aunque tuve mis momentos pesados de frustración, pero sin sentir las presiones típicas: eso de no defraudar a los cercanos y ese tipo de pesos fuertes no me desconcentraron. Mi mambo fue porque le había metido muchas fichas al fútbol. Recuerdo aún cuando me habían llamado de River de haberlo pensado un montón, de haberlo charlado con mis viejos. Es decir, yo fui consciente de todo lo que se vendría. Entonces lo hice encantado. Y fue así mi camino: lindo y a su vez muy difícil, de pasarla mal por momentos y de sufrir mucho a esa edad.
Juan vuelve
Para no quedarse sólo con el fútbol, Juan arrancó el CBC de la UBA a comienzos de 2003. Continuó formando parte de equipos amateurs con amigos y socios en un campeonato interno en River. Se recibió como Técnico en Comunicación e Imagen y, en 2005, comenzó a viajar los fines de semana a Lobos para jugar nuevamente en EFIL. En aquellos momentos, Juan recuerda que sentía “una frustración propia, solo con mi almohada”. Aquel sentimiento —aún no sabía que iba a ser pasajero— tuvo sus consecuencias. Juan volvió a Lobos muy entrenado, pero en campos de juego de otro nivel. “Estaba enroscado: de jugar en el Monumental pasé a las canchas de acá y me resultó difícil y eso lo manifestaba haciéndome echar, peleándome con rivales”.
Uno de aquellos rivales fue Teti Marro, en un EFIL vs. Athletic. “Un insolente: le di una patada infernal a Teti y enseguida le dije ‘dale, levantate, jugá’ y él, que ya era un jugador maduro y experimentado, se me quedó mirando como diciendo… Hoy recuerdo eso y pienso qué locura”. Por su parte, Marro —DT bicampeón con Juan en su equipo—, lo define: “Juan Badaloni tiene el verdadero perfil del jugador de fútbol. Es una persona respetuosa, callada y tranquila fuera de la cancha. Pero adentro es todo lo contrario: es un guerrero, se transforma”. Además de su forma de encarar partidos, Marro remarca que “más allá de su trayectoria, mantiene un perfil muy bajo. Salvo él y Diego Armando Barrado de Navarro, han sido pocos los jugadores que se han desenvuelto en el fútbol local. Juan lo hizo: con unas terribles condiciones futbolísticas y también desde su lado humano”. Para cerrar, Marro pone sus fichas. “Tiene proyección de técnico por su manera de ver y vivir el fútbol”.
¿Cómo viviste tu regreso a la Liga Lobense?
Tenía no más de 24 y me pasó de que me expulsaran mucho, estaba sacado anímicamente. Estaba muy entrenado, pero no lo aprovechaba. Viéndolo en retrospectiva, me di cuenta que tenía que ver con un enojo propio e interno. Tuve que darme tiempo, procesarlo, tener cierta madurez para cambiarlo. Hice muchos años de terapia, lo trabajé y pude superar cada paso. Pude hacer el duelo.
Otro de los rivales con los que Juan se sacó chispas, fue Mariano Cánchero (EFIL). Se encontraron en un cruce de semifinales, allá por 2010, cuando Juan jugaba para Athletic. A Juan le avisaron “guarda con Mariano que es picante” y él les contestó despreocupado: “Qué va a ser picante, le tiro un caño a ese, je… y en una primera nos topamos fuerte y nos puteamos”. Mariano, cuenta su versión. “Nos peleamos en la cancha, en una semifinal. A mí por pendejo insolente y a él por renegado, nos echaron por discutir y putearnos”. Mariano remarca que Juan “es muy temperamental en la cancha, muy pensante, pero de sangre caliente”. A la hora de armar las características de Juan y su relación, subraya que “es un enamorado de la pelota, un loco que un día de lluvia mueve cielo y tierra y junta gente para jugar un turno. Además, se la pasa mirando y analizando videos de partidos”. Muchos años después de aquel altercado que dejó a Juan sin disputar una final, ambos terminaron jugando de doble cinco para EFIL durante varias temporadas.
¿Sos de contar tu experiencia hoy a los más chicos que están arrancando?
Me sucede hoy de contarle la experiencia a mi hijo Valen o a los más pibes en EFIL donde soy uno de los más grandes, y trato de contarles un poco mi historia y sobre todo de mi experiencia porque ya lo pude elaborar. En otros momentos no podía ponerme a charlar con un pibe y aconsejarlo, tuve mis tiempos de ver todo negativo. De a poco lo fui corrigiendo, pero sigo siendo mental y a su vez muy temperamental.
Mirar y aprender del fútbol
Hoy Juan confiesa que se le fue un poco la costumbre de ver todo el tiempo fútbol, pero considera que esto le sucede por la vida laboral y la falta de tiempo material. Aunque no deja su costado identitario. “Sí, soy re futbolero”.
¿Seguís siendo un “enfermo del fútbol”?
Sigo a técnicos como Pep Guardiola, alemanes como Tuchel y Klopp. Me gusta la línea de los DT que buscan el protagonismo, cada uno con su estilo. Pep con la tenencia, Klopp mucho más directo y de contragolpe. De acá, Gallardo o los DT con la forma de Defensa y Justicia, donde se ve un proyecto de gerencia deportiva. Sigo a Marcelo Bielsa, obvio, por su particularidad, su lado filosófico y su propuesta de vida más allá de lo futbolísitico. Yo soy de apreciar el fútbol de improvisación más que el automatizado.
Siendo de Boca: ¿Cómo viviste estar del lado de River?
En River nosotros íbamos de alcanza-pelotas u otras veces nos daban entradas para ir a las tribunas. Recuerdo un partido por la Copa Libertadores en donde Riquelme le hace un gol terrible de tiro libre a Tito Bonano, por los cuartos de final de la Copa Libertadores 2000. Yo estaba en la San Martín baja y me quedé mudo. Me ha pasado varias veces de sentir una dicotomía interna. Pero la superé.
¿Sos fanático de Boca o más un amante del fútbol?
Hoy siento que lo que me pasa es que se me fue el fanatismo por Boca y por cualquier color. De hecho me pasa que a River le tengo cariño. Viví ahí tres años, conozco la idiosincrasia del club y considero que es modelo: forma, tiene vida social e infinidad de deportes. He tenido la dicotomía Boca-River y he jugado varios partidos en Casa Amarilla. Recuerdo que en uno de los primeros, me acalambré de los nervios y no pude salir a jugar el segundo tiempo. Había jugado de 8, había corrido un montón y me ganaron los nervios. Pero podía pasar, tenía 16. Fue todo muy emocional. Se me fue el fanatismo por Boca, pero grito los goles y quiero que Boca gane.
Cuando mirás fútbol: ¿a dónde apuntás tus análisis sobre el juego?
Continúo mirando partidos y sigo especialmente a los volantes centrales. No soy de criticar o decir que tal jugador debería jugar de otra manera, pero sí hago críticas a los que renuncian a jugar. Al que se anima y se equivoca por arriesgar, por pedir la pelota, lo banco. No me gustan los que piensan más en romper que en crear el juego. Me pasa que con mi grupo de amigos somos de joder y con sarcasmo hacemos críticas, pero no van más allá de charlas de viejos o comentarios de café. Ojo, siempre soy conciente porque sé lo que es estar ahí en el campo de juego a mil por hora y sobre todo de la presión que tienen las personas que la vienen soportando desde chicos.
Fútbol, viajes y libros
La historia de Juan es también la historia de muchos pibes que conocieron el recorrido del ambiente fútbol. Todos comparten las horas muertas y los viajes en colectivo. En el libro Contar el juego, Juan Pablo Sorín le narró a Ariel Scher que él nunca viajaba solo. Sorín dijo. “Cuando era adolescente y el fútbol me dividía en dos, entre la escuela y los entrenamientos, los bondis ocupaban por lo menos tres horas de mis días. Entonces mi compañero infaltable era un libro de Osvaldo Soriano, quien me hizo ver la literatura como algo simple y a la vez profundo. Cada vez que viajaba y colocaba un libro del gordo Soriano en el bolso de entrenamiento, me producía una sensación especial. Como si estuviera viajando con un amigo”. En sus viajes en colectivo Juan también se llevó libros amigos. De aquel niño de Primaria lector de revista El Gráfico y de las aventuras de Patoruzú, se hizo amigo de otras lecturas. “Eso me llevó a leer a otros grandes como Dante Panzeri y llegar a la literatura de fútbol con escritores como Roberto Fontanarrosa, Soriano, Juan Sasturain y Eduardo Sacheri”. Juan viene de ahí: del cruce entre la curiosidad, la lectura y el periodismo deportivo.
Siempre estuviste cercano a la lectura: ¿Qué es para vos la literatura?
Creo que la literatura es como la vida, igual que el fútbol. Lo que tiene de particular el fútbol es que envuelve cuestiones de la condición humana, donde se ponen en juego el honor, el compañerismo, la honestidad, la solidaridad. También hay una analogía, por ejemplo, con la guerra: hay banderas, escudos, bandos. En Inferiores, tanto en River como en Racing, era medio un bicho raro porque siempre andaba con algunos libros encima. Me pasaba de hacer viajes largos, ir a Santa Fe con River o Racing y llevarme para leer. Los pibes por ahí iban a pleno con la cumbia y yo me concentraba como podía y viajaba un poco con la imaginación gracias a los libros.
Por último: ¿Qué significa para vos el fútbol?
Miro, leo pero sobre todo a mí me gusta jugar al fútbol. Me cambia el día, me mejora la semana. Hoy estoy tratando de jugar-jugar-jugar porque sé que me queda cada vez menos esto de seguir jugando con pibes de veinte años. Lo necesito y me gusta. Todos los días leo, a veces escribo. El fútbol para mí fue una escuela. Empecé desde muy chico, no jugué de manera profesional aunque en mi vida el fútbol está emparentado con mi formación como persona. Aprendí, me enseñó: tuve que atravesar el dolor, comprender, sacarme el enojo, los comportamientos malos y eso de autodestruirme anímicamente. De alguna manera el proceso vivido me fue enseñando. Muchas cosas las fui entendiendo en su momento y otras, en modo retrospectivo. Es decir, las pude entender contemplando el paso del tiempo. Si afloró algún resentimiento fue siempre conmigo y jamás con los demás, a pesar de haber tenido muchos maestros, buenos y otros no tanto, y de todos me quedé con algo. Por eso es mi escuela de vida. Miro la vida desde el fútbol.