Cumple sus sueños quien resiste
El título es una frase de la canción “Sé vos” de Almafuerte, pero el autor tranquilamente podría haber sido Diego Avendaño. Tiene un por qué esta afirmación: en el día de su cumpleaños n°18, el jugador del León se presentó oficialmente en Primera (ya había debutado pero sólo un par de minutos) y su equipo, Rivadavia, volvió a ganar el clásico ante Provincial después de cinco ediciones.
“Ni en el mejor de los sueños hubiera imaginado un festejo así”. Lo dice cauto, con la adolescencia a flor de piel pero con la madurez de un adulto, minutos después de terminado el encuentro.
28 minutos del primer tiempo. A Ramiro Luz le tira el aductor. Pide el cambio. Fernando Marro, Teti, no duda: “Diego, movete”. El ex jugador de EFIL es reemplazado y en su lugar entra el pibe de las inferiores, Tingui, el más mimado por los hinchas de Rivadavia, por sus modales y su sentido de pertenencia hacia el club. El presidente, Joaquín Areso, lo definió en pocas palabras: “Mi ídolo. Un ejemplo a seguir”.
En las redes sociales, los mensajes se multiplicaron en estas últimas 48 horas. Querido no sólo por sus compañeros de fútbol, sino también por lo de la Escuela (es abanderado de la Bandera Bonaerense, elegido una y otra vez mejor compañero por sus pares), Diego cumplió con creces en un partido que puede amedrentar a más de uno por el marco y por lo que significa jugar el clásico de Empalme.
Nuestro cronista, Mauro Casal, lo calificó con un 7 y luego del partido charló con él: “No fue la mejor manera de entrar, por la lesión de una compañero, pero tenemos que estar todos preparados para cuando nos toque”. Y agregó: “Son partidos durísimos. El clásico de Empalme es el más clásico de todos los que hay en Lobos, es la realidad. Tuve que marcar a Bustos que es un jugador que se las sabe todas”.
Dicen, los que lo conocen, que no falta nunca a entrenamiento. Quizás, esa sea la clave de su presente. No es un jugador que le sobren condiciones futbolísticas, pero sí esfuerzo y perserverancia. Hincha de Boca y aficionado del basquet, tiene sangre albiroja en sus genes. Su bis-abuelo y su abuelo fueron presidentes del club y su madre, la primera presidente mujer de la institución.
El domingo, además de defender y cuidar muy bien su propio arco, fue partícipe de la jugada del segundo gol convertido por Agustín Lévano. “Me quedó el rebote y le pegué dos veces con la canilla. Le pego, rebota, patea otra vez y le queda a Agustín”, afirmó el jugador de Rivadavia.
Le quedó a Agustín… ¿y qué pasó, Diego? “No sé, de ahí ya no me acuerdo más nada. Fue una locura total”.