Bilardo: picardía, escuela y triunfo
Profesional, campeón, obsesivo, ganador. Un repaso por escenas de la vida del doctor que ahora tiene una serie documental que abona el terreno de Bilardo como paradigma del fútbol.
Por Félix Mansilla
«Sin choque no hay chispa».
Mauricio Kartun
“Un tipo normal que camina por la calle y nadie le dice nada”. Bilardo (84), qué personaje. Su sola mención divide aguas: o es el tipo sincero o el que esconde las fórmulas y deja espacio a las dudas. Bilardo como el desenmascarador de neutros porque en el deporte y, en especial en el fútbol, la pregunta sigue siendo la misma: ¿Jugar bien y ganar o ganar como sea? Encima, ahora, podemos seguir hurgando en su figura en streaming. “Me dediqué al fútbol y a la medicina, para estar arriba, estar arriba, estar arriba”. Por eso aquí el repaso por su vida que ahora tiene una serie.
Para responder a tal interrogante, Bilardo fue contundente: “Ganar, ganar, ganar… porque nadie se acuerda del segundo”. Sinceridad mata relato y esa parece ser la parte del todo que define —o se aproxima— a la filosofía del Doctor. “Menotti es un rabanito, rojo por fuera y blanco por dentro”, espetó sobre el otro DT campeón del mundo y su adherencia al socialismo. Y las chicanas de ambos lados no dejaron de ser varias y extensas a lo largo de las décadas. El propio Menotti tiró bajo: “El fútbol es tan generoso que sacó a Bilardo de la medicina” u otras aseveraciones como, “Bilardo ve el fútbol de espaldas”.
El Doctor como jugador, entrenador y polemista, nunca dejó a un lado su concepción y filosofía del potrero. Contundente, ambiguo y también sincero, siempre sostuvo que “lo más importante es el resultado, decirlo me provocó muchos problemas, porque muchos entendieron, o quisieron entender, que yo sugería «ganar de cualquier manera». No es así, nunca lo fue. Lo importante es competir, pero más lo es ganar”. En resumidas cuentas, su filosofía queda al amparo palancada en el dogma bilardeano que reza que “el fútbol es Deportivo Ganar Siempre”.
Ajustada a los tiempos y en las formas de mirar series, el documental Bilardo, el Doctor del fútbol repasa la vida, la obra y algunas intimidades del Bilardo más familiar. Aparecen Gloria Di Bello, su esposa y aliada, junto a Daniela, su hija. También algunos de los campeones del mundo: Nery Pumpido, el Gringo Giusti, Cabezón Ruggeri, el Vasco Olarticoechea, Checho Batista, Burruchaga. De Estudiantes: el arquero campeón del mundo Alberto Poletti, Sebastián la Brujita Verón. Su compañero en San Lorenzo y amigo de la carrera de Medicina, José Tomino. Sus dirigidos como el Cholo Simeone que recuerda el periplo en Sevilla y hasta Menotti declara con el ánimo de guerra terminada.
Bilardo y las marcas. El Doctor le dio un aire nuevo a los sevillanos y quedó en la memoria del DT español Joaquín Caparrós que lo describe y defiende al asegurar que “todo el mundo lleva un Bilardo adentro”. A los seguidores del Sevilla les quedó la marca Bilardo y ya es un clásico en las tribunas el cántico de “písalo, písalo”. Rebalsan de emoción en las gradas cuando vuelven a la memorable, “los de colorado son los nuestros” con el sello del Narigón. Todos los testimonios coinciden en algo: Carlos era un obsesivo.
El periodista Andrés Burgos, de arranque, define el vuelo característico del Doctor. “Bilardo era técnico veinticinco horas al día, a mitad de camino o de camino entero entre la brillantez, la obsesión y cierta locura también”. Así vivió e intervino en varias etapas clasificatorias para Mundiales, como España 1982 con Colombia, México 86 con Argentina y Corea-Japón 2002 con Libia.
Las anécdotas de siempre quedaron inmortalizadas, claro. Cuando en Tilcara apareció disfrazado de coya para carpetear el comportamiento de los jugadores en una salida. Las cábalas en los recorridos de los colectivos, las mañas y las trampas con bidones adulterados. El recorrido tiene fotografías inéditas y mucho material de video porque Bilardo filmaba todo. Familia, entrenamientos, partidos, reuniones.
El mensaje, entonces, y más allá de lo que cada quien refiera de su personalidad, es que el prototipo Bilardo fue y sigue siendo la de un enfermo del fútbol, querido y odiado, soslayado y admirado. Una persona que se dedicó al deporte y a las personas de un modo tal —neurótico, paranoico y en contra de los contra— que como se oye en la voz de Julio Iglesias, “se olvidó de vivir”. Pero también se hizo querer.
Bilardista por lectura histórica y sentimiento, el filósofo Darío Sztajnszrajber, explica otra manera de posar las preguntas y las respuestas sobre Bilardo como paradigma. Darío Z dice: “Es tan fuerte la construcción que el sentido común del futbol hace del bilardismo como exponente del antifútbol que, en todo caso y a la inversa, tal vez el bilardismo evidencie todo ese conjunto de negaciones que nadie quiere admitir en su propia identidad futbolística. Parafraseando a John William Cooke: el bilardismo es el hecho maldito del fútbol burgués”.
Y como todo seguidor de las ideas y los modos del doctor, explica: “No soy bilardista porque creo que hay que ganar a cualquier costo, sino que soy bilardista porque como el propósito del futbol es ganar un partido o un campeonato, creo en la necesidad de articular todo en función de ese objetivo: estrategias, convicciones y obviamente también disfrutes”.
Los planteos pueden no ajustarse a las preferencias generales, pero sí está claro que para argumentos y ejemplos y demostraciones, lo que el Doctor supo es responder a través de grandes preguntas y planteos. Doctor sic: “Que los hinchas lo piensen y saquen sus propias conclusiones. Que decida la gente qué vale más, si dar la vuelta olímpica o mirar la final por televisión. Si ser campeón o irse al descenso”. Una cosa o la otra parece decir. Y aplica otra vez el dogma. “Yo quiero ganar, siempre ganar. Un tercer puesto no se festeja. Se recibe la medalla y nada más. Yo defiendo el resultado”.
Planteos simples, para universos intrincados. De nuevo el blanco o el negro de parte de Bilardo, con una comparación. “En el teatro o en un recital, la gente quiere más y pide bis; en un partido de fútbol que se gana 1 a 0, la gente pide la hora. Todos quieren la victoria”. El resto de los invitados para el documental y sus antiguos subordinados, también deslizan los caminos trazados en la metáfora y en sus obsesiones declaradas. Alguna vez, Bilardo fue contundente al desplegar que “nada se obtiene de la desidia, no hay fruto sin esfuerzo, sin constancia, sin estudio”.
Hijo de la universidad pública, súbdito de la escuela pincharata de Osvaldo Zubeldía, súper campeón en Estudiantes y formador de un estilo que hasta hoy presenta combates discursivos que lo enaltecen o que lo dejan en el barro. El único que declara más allá de elogios, es Fernando Signorini. Menottista y difusor del fútbol como evento artístico, quien fuera el profe de Maradona, dijo que “Bilardo es un cagón, un tipo que le tiene un miedo espantoso a la derrota”. También es una forma de analizar al fenómeno, ya no se fabrican personajes así como Bilardo.
El costado más criticado sobre los equipos que dirigió es aquel que lo aleja de la belleza, el yogo bonito, el biri biri. Para Bilardo todos los estilos tienen sus propias formas. “Persistentemente se afirmó que a mí no me gustaban los jugadores habilidosos, que prefería destruir al rival que desarrollar a partir del potencial propio. Un dictamen como mínimo injusto para quien se pasó tres años sembrando para cosechar al mejor Diego Maradona de la historia. Soy un ferviente defensor de la habilidad. Toda mi vida quise armar mi equipo con once jugadores muy habilidosos. Pero para ganar”.
Juan Sasturain, en su libro La patria transpirada, y desde la vereda del fútbol según Menotti, muestra el fastidio de aquel Mundial de Italia en el que hinchó por Argentina desde España. “El equipo era (por ausencias, por carencias, por convicciones, por conducción) horrible, jugaba feo; es decir: no jugaba, especulaba, trataba como un boxeador que mira la hora desde el primer round”, metaforiza el Dire de la Biblioteca Nacional. No le gustó ni medio aquella Selección.
Sasturain repara en fotos, en nostalgias y también en los olvidos. Le pega a la filosofía Bilardo versión Italia 90. Ahonda en las penas. “El pobre Maradona estuvo medio campeonato en una o media pierna y sólo el luminoso Cannigia iluminó dos veces —antes Brasil e Italia— con goles memorables. Y memorables por ser únicos, aislados, caminatas en la nieve del área rival: dos goles aquellos cuatro partidos interminables, estirados como un sueldo exiguo con suplementarios, créditos sin garantías, hipotecas espirituales. (…) de increíble audacia en su mezquindad, Argentina era un equipo que ganaba: simple, no perdía. Paranoico, entraba atajándose, y jugaba a atajar”. Otra manera de pensar al inventor del bilardismo, a Bilardo.
Cierra Sasturain la experiencia en tierras tanas. “Verlo a Diego llorar y morderse de furia y de impotencia ante la algarabía de tantos tanos mezquinos y rencorosos. Pero cabe pensar qué hubiera pasado si la hubiésemos ganado… Es simple de decir, difícil de sentir: ganar hubiera sido peor”.
A Bilardo no se le pasaba una. Sobre los jugadores, las concentraciones y el sexo, su observación galena tenía su comprensión pedagógica. “Están un mes entrenando, concentrados, vitaminizados… y tanta energía contenida puede dispararse para cualquier lado”, advirtió. Además, y como a casi todos los interrogantes sobre sus obsesiones, Bilardo se defendió y juró que “nunca puse ningún límite al sexo durante los encuentros entre los futbolistas y sus parejas. Cada uno sabía lo que tenía que hacer. Lo único que sí se les solicitaba era que un día antes y un día después de cada partido no hicieran nada”.
Sobre el tercer gol de Burruchaga en la final frente a Alemania, explicó su negativa al festejo. Así estaba el Doctor. “No grité tanto porque me volví loco cuando todos los jugadores argentinos corrieron a abrazar al goleador hasta el banderín del córner derecho de nuestro ataque. Quedaron todos mal parados, dejando el campo nuestro desprotegido, con los alemanes ya en posición de mover el balón para reanudar el match”.
Otra postal del Doctor que lo arma de nuevo. A sus jugadores, en una concentración Mundial, con un plan:
—Muchachos, en la valija lleven un traje y una sábana blanca.
—¿Para qué, Carlos?
—Simple, muchachos. El traje, por si regresamos campeones; la sábana, para hacer una túnica, porque si perdemos en primera ronda, nos vamos a tener que exiliar en Arabia.
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Las fuentes / Lecturas recomendadas
*Mauricio Kartun, Terrenal pequeño misterio ácrata, obra teatral (Ed. Atuel, 2014).
*Luciano Wernicke, Palabras redondas (Ed. Planeta, 2016).
*Carlos Bilardo, Doctor y campeón (Ed. Planeta, 2014).
*Juan Sasturain, La patria transpirada (Ed. Sudamericana, 2018).
*Bilardo, el doctor del fútbol (Serie/documental HBO Max, 2022).
*Darío Sztajnszrajber, El bilardismo, el hecho maldito del futbol burgués (en ElDiarioAr).