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Rio, un curso avanzado de periodismo

Rio, un curso avanzado de periodismo

Todo concluye al fin, nada puede escapar, todo tiene un final, todo termina. La canción de Tango Feroz sintetiza lo que pasó en Rio. Todo volvió a la normalidad. La fiebre olímpica bajó su temperatura. Ya no se ven remeras de otros países con tanta frecuencia. Tampoco las camisetas amarillas de la selección de Brasil, que el domingo inundaron la ciudad tras haber conseguir por primera vez la medalla dorada en fútbol en los Juegos Olímpicos.

Los que todavía están, o eligieron quedarse unos días más para recorrer, eligen una visita obligatoria si uno viene a esta ciudad: el Cristo. Ahí sí, atletas, entrenadores, gente del staff de las delegaciones se sacan fotos una y diez veces. Luciendo su credencial, haciendo selfies, acostándose en el piso. El Cristo impacta pero más impacta su vista de Rio. Desde allí se ve el majestuoso Maracaná y se exhibe una hermosa panorámica de una ciudad que empieza a descansar, más allá de que todavía le quedan los Juegos Paralímpicos. Ah, y el Rock In Rio 2017.

En los últimos años, este país acaparó todo con una serie de megaeventos: los Juegos Panamericanos 2007, la Jornada Mundial de la Juventud 2013 (Hagan lío del Papa Francisco), el Mundial del 2014 (se me vino a la mente Götze y me quiero morir otra vez) y ahora los JJOO, los primeros en Sudamérica. Los hermosos paisajes y sus playas recibieron a gente de todo el mundo, quienes también pudieron notar el lado oscuro de Rio, aunque sea desde lejos: el de pobreza. Las favelas son parte importante de la ciudad y, mientras todo sucedía a un ritmo vertiginoso, ellas seguían su curso normal.

Los Juegos Olímpicos y Luis Molina nos convocaron y aquí estuvimos. Hay mucho para decir, analizar y recordar, pero lo que hizo el atleta que eligió Lobos para siempre fue monumental. Porque cuando todos pensábamos que lo más difícil era llegar (¡cuánto le costó!), una lesión nos hizo cambiar la visión y tuvimos que empezar a mandar energía positiva. ¿Cómo haría Luis para completar una carrera dificilísima, que dura más de dos horas en un circuito bravo, con más de 25° de temperatura, si no había entrenado más de 5 veces en el último mes? De la respuesta se encargó él, o quizás su corazón. Algo lo empujó a largar, otro algo lo mantuvo en buen ritmo durante gran parte de la carrera y el algo restante le permitió llegar. Se me viene la imagen a la cabeza y se me eriza la piel.

En la parte laboral, los responsables de este medio sentimos que asistimos a un curso avanzado de periodismo. Muchas veces se dice que la Universidad de la calle enseña más que cualquier institución que te de un título oficial.  Algo así nos pasó en estos días. Nos empapamos de todo: de historia, de cultura, de sentimientos, de particularidades. Vinimos a cubrir un evento y nos vamos con un lío importante en la cabeza. Lío del bueno, del que te hace pensar.

¿Hacer periodismo es informar que Luis Molina terminó la carrera en 2h23m55s? Sí, en parte sí. Pero también es periodismo hablar de su historia, de su hilo de vida, de lo mal que la pasó cuando no se le daban las cosas. A eso apuntamos y ese es el perfil que tenemos los que integramos El Autógrafo. Por eso disfrutamos tanto cuando hicimos “No te puede dar lo mismo”, y por eso vamos a disfrutar tanto cuando el viernes a la noche aparezca Luis Molina en autobomba y la plaza esté llena de gente de Lobos y de la región recibiendo al tipo que puso el nombre de nuestra ciudad más allá de lo imaginado.

Para nosotros, ésto recién empieza y vamos por más. No nos dio lo mismo, nos esforzamos y resignamos cosas, y aquí estuvimos. Ojalá, algo de todo lo hecho, les haya servido. Sus comentarios y elogios siempre nos sacan una sonrisa, y sus críticas siempre nos hacen mejorar. Pasó la cobertura especial, pasaron los Juegos. Pasó Luis por el arco de llegada, y fue olímpico. Hasta la próxima.